Terapia Centrada en la Persona: Una perspectiva pluralista
Mick Cooper & John McLeod
21-12-2016

Mick Cooper & John McLeod

La forma correcta de citar este artículo es: Psicoterapias Centradas en la persona y experienciales Vol Vol.10:3 (2011) pp.210-223”, copyright © Asociación Mundial del Enfoque Centrado en la Persona Terapias Experienciales y Counseling, publicado con permiso de Taylor & Francis Ltd, www.tandfonline.com en representación de la Asociación Mundial del Enfoque Centrado en la Persona Terapias Experienciales y Counseling.

Resumen

El propósito de este escrito es articular una compresión pluralista de lo que significa estar centrado en la persona. Esta perspectiva pone un especial énfasis en la comprensión del cliente como una única y no estandarizable “otredad,” cuyos deseos y necesidades terapéuticas probablemente sean muy heterogéneos e imposibles de conocer de antemano. Basados en este punto de vista proponemos que una comprensión centrada en la persona del cambio terapéutico requiere una apertura a, y una apreciación de, las variadas y diferentes maneras en las que los clientes se pueden beneficiar de la terapia – incluyendo, pero no limitando, las prácticas centradas en la persona y experienciales (ECP) habituales. Para llevar a la práctica estos principios pluralistas sugerimos que los terapeutas orienten su trabajo específicamente hacia las metas del cliente y potencien sus niveles de diálogo y meta comunicación con los clientes con respecto a las metas, tareas y métodos de la terapia. Este enfoque pluralista de la terapia centrada en la persona valora mucho otras perspectivas y prácticas dentro de la comunidad del ECP, así como también las de otras terapias que no pertenecen al ECP; pero a la vez desafía “el dogmatismo centrado en la persona” y alienta a los profesionales del ECP a estar atentos y conscientes de los límites de su trabajo. También brinda un marco coherente “centrado en el cliente” a través del cual los terapeutas del ECP puedan incorporar un amplio campo de prácticas, hallazgos de la investigación y teorías a su trabajo.

Introducción

Desde la década del 70, el campo de la terapia centrada en la persona fue testigo de una diferenciación creciente (Lietaer, 1990) con la aparición de varias “tribus” distintivas (Sanders, 2004; Warner, 2000). Algunos han cuestionado la legitimidad de ciertos miembros de esta familia (ej. Brodley, 1990), pero con un énfasis creciente en “la inclusión y la acogida a las diferencias” dentro del mundo del ECP (Sanders, 2007, p. 108), muchos ven ahora esta diversidad como una cualidad a ser valorada (ej. Cooper, O'Hara, Schmid, & Wyatt, 2007). Desde este punto de vista, cada uno de los miembros de la familia del ECP puede ser visto utilizando y desarrollando diferentes elementos del trabajo de Rogers. Mientras los que se identifican con un punto de vista “clásico del enfoque centrado en la persona” por ejemplo, pueden ser vistos como orientados principalmente alrededor del concepto de no directividad de Rogers (1942) (ej., Bozarth, 1998; Brodley, 1990); los terapeutas focalizados en la emoción o en procesos experienciales (ej., Greenberg, Rice, & Elliott, 1993) pueden ser entendidos como poniendo un mayor acento en las experiencias afectivas y en los procesos que lo que Rogers puso en el corazón de la empresa terapéutica (e.g., Rogers, 1959).

El objetivo de este escrito es presentar y discutir críticamente una mirada alternativa de lo que significa centrado en la persona. Este tiene sus raíces principalmente en los supuestos ideográficos que subyacen en la cosmovisión centrada en la persona: que cada individuo es distinto, y que el rol del terapeuta debería ser el de facilitar la actualización del potencial único del cliente de la manera que a éste mejor le resulte.

Valores centrados en la persona: Apreciar la singularidad de ser y llegar a ser de la persona

La terapia centrada en la persona, junto con otros abordajes humanísticos y existenciales, puede ser entendida como una forma de counseling y psicoterapia que pone especial énfasis en “conceptualizar y comprometerse con la gente de una manera de profunda valoración y respeto” (Cooper, 2007, p. 11). Como consecuencia de esto, un elemento clave del pensamiento centrado en la persona, es un rechazo a los sistemas psicológicos y psicoterapéuticos que se esfuerzan por reducir las experiencias humanas a la nomotética y a los mecanismos y leyes universales. Más bien, hay un énfasis en ver a cada ser humano "como una entidad única, diferente a cualquier otra persona que haya existido o existirá" (Cain, 2002, p. 5). En otras palabras, mientras que los teóricos centrados en la persona han argumentado que ciertas características psicológicas tales como la necesidad de consideración positiva o condiciones de valor (Rogers, 1959) son universales, hay un especial énfasis en el hecho de que cada ser humano es diferente, insustituible y in-intercambiable. Levitt y Brodley (2005, p. 109), por ejemplo, sostienen que la terapia centrada en el cliente "no se centra en lo que un cliente en general sería o debería ser. No se centra en una teoría externa para el cliente… El foco del terapeuta esta enteramente en comprender al cliente como un individuo, en toda su singularidad de momento a momento”.

En el trabajo de Rogers, este énfasis ideográfico es particularmente evidente en su afirmación del "predominio fundamental de lo subjetivo" (Rogers, 1959, p. 191). Cada individuo, para Rogers (. 1951, p 483), "existe en un mundo de experiencias en cambio constante de las cuales es el centro", y, dado que este permanente cambio en el experienciar fenomenológico será único para el individuo, la misma esencia de cada realidad humana es distinta. El énfasis ideográfico de Rogers (1942) es también evidente en su postura crítica hacia el diagnóstico, prefiriendo ver a los seres humanos como organismos individuales únicos, más que como manifestaciones de estados disfuncionales trans-individuales.

Este énfasis en la irreductibilidad psicológica de cada cliente, sin embargo, no es simplemente una suposición teórica, sino que tiene sus raíces en un profundo compromiso ético, dentro del ámbito centrado en la persona, a comprometerse con un Otro honrándolo profundamente. En este caso, la obra del filósofo francés Emmanuel Levinas (1969, 2003) ha sido particularmente influyente (por ejemplo, Cooper, 2009; Schmid, 2007; Worsley, 2006) con su énfasis en la "diferencia absoluta" del Otro (Schmid, 2007, p 39): que son "infinitamente trascendentes", "infinitamente foráneos", "infinitamente distantes", "irreductiblemente extraños". Para Levinas, el Otro siempre excede y trasciende la idea que una persona tenga de el/ella., es imposible conciliarlas a lo Mismo, es siempre más que - y supera - la forma finita que se pudieran haber alcanzado. Desde este punto de vista, pues, no se trata sólo de que cada ser humano es único, sino que cada ser humano es tan único que nunca puede ser plenamente comprendido por un otro: Su diferencia, al menos en cierta medida, es trascendente. Esto es similar a la declaración de Rogers (1951, p. 483) de que el mundo privado del individuo "sólo puede ser conocido, en un sentido genuino o completo, por el propio individuo."

Este acento ideográfico en el enfoque centrado en la persona se relaciona con una teoría del cambio psicoterapéutico en la que hay un especial énfasis en ayudar a los clientes a actualizar su potencial distintivo y llegar a su "propio self único" (Rogers, 1964, p. 130). La terapia centrada en la persona (Rogers, 1957, 1959) aspira a proporcionar a los clientes un conjunto de condiciones terapéuticas en las que puedan volver a conectarse con sus reales experiencias personales y procesos de valoración, alejándose de la confianza en juicios e introyecciones externas, nivelando hacia abajo" (Heidegger, 1962).

Un énfasis en lo distintivo de cada ser humano y sus procesos de cambio también significa que las necesidades y deseos de cada individuo pueden ser considerados, al menos en cierta medida, únicos e inescrutables. Bozarth (1998) escribió que el proceso de actualización - la tendencia motivacional que sustenta todo el crecimiento y el desarrollo - "es siempre única en cada individuo" (Bozarth, 1998, p 29.), Y lo describe como un proceso "idiosincrático" (Bozarth, 1998, p 24) que no puede ser predicho (o determinado) por otro.

Un compromiso a apoyar la actualización del Otro, en su propia y única manera también refleja una ética fundamental centrada en la persona de respeto por la autonomía del cliente (Keys y Proctor, 2007). Grant (2004) ha argumentado que la base de la terapia centrada en la persona se encuentra en la ética de "respetar el derecho de autodeterminación de los demás" (Grant, 2004, pp 158). Del mismo modo, Caín (2002, p. 5), declaró que "Un valor fundamental de los terapeutas humanistas es su creencia de que las personas tienen el derecho, el deseo y la capacidad de determinar lo que es mejor para ellos y cómo van a lograrlo." En los términos de Levinas ( 1969, p 47), esto podría ser descripto como un compromiso ético fundamental para dejar que el Otro sea en toda su Otredad: una "reacción no alérgica con la alteridad".

Hacia una perspectiva “pluralista”

En el corazón de un enfoque centrado en la persona, hay una comprensión de que los seres humanos pueden necesitar y querer algo diferente, y que a los deseos y necesidades propios de cada individuo se les debe dar prioridad sobre cualquier teoría generalizada que otro tenga sobre ellos. Extrapolando al proceso terapéutico, esto sugiere que una suposición básica centrada en la persona debe ser que los clientes tienden a querer y necesitar muchas cosas diferentes de la terapia - ambas cosas tradicionalmente asociadas con la práctica del ECP como las respuestas de comprensión empática y no cosas como el cuestionamiento socrático - y que cualquier teoría genérica del cambio que, como terapeutas podamos tener, debe estar subordinada a las necesidades y deseos específicos del cliente.

La hipótesis de que los diferentes clientes quieren cosas diferentes de la terapia se apoya en investigación empírica (véase Cooper & McLeod, 2011 para una revisión de la investigación). En un ensayo importante (King, et al., 2000), por ejemplo, a los pacientes de atención primaria para quienes se indicó una breve intervención terapéutica se les dio la opción de elegir entre counseling no directivo o terapia cognitivo-conductual (TCC). De los pacientes que optaron elegir específicamente a una de estas dos terapias, alrededor del 40% eligió la opción no directiva, mientras que el 60% eligió la TCC. Curiosamente, sin embargo, la investigación de seguimiento realizada por Lee (2009) encontró diferencias significativas entre hombres y mujeres, con más varones que expresaron una preferencia por TCC, y más mujeres que expresaron una preferencia por el counseling no directivo.

Por supuesto, lo que los clientes creen que quieren no es, necesariamente lo que necesitan, ni lo que va a ser necesariamente de mayor beneficio para ellos. Sin embargo, nuevas evidencias indican que los diferentes clientes ciertamente se benefician con los diferentes tipos de prácticas terapéuticas. Si bien hay una clara evidencia, por ejemplo, que la mayoría de los clientes se sienten mejor cuando los niveles de empatía son altos (Bohart, Elliott, Greenberg y Watson, 2002), hay algunas personas (clientes) "que son altamente sensibles, desconfiadas, con poca motivación» - que parecen estar peor con relaciones de altos niveles de empatía (Bohart, et al, 2002, p 100.)..También hay pruebas de que los clientes con altos niveles de resistencia y con un estilo de afrontamiento internalizado tienden a trabajar mejor en terapias no directivas, mientras que los que son juzgados como no defensivos y que tienen un estilo de afrontamiento predominantemente externalizado tienden a beneficiarse de enfoques más orientados a la técnica. (Beutler, Blatt, Alimohamed, Levy, y Angtuaco, 2006; Beutler, Engle, et al, 1991;. Beutler, Machado, Engle, y Mohr, 1993; Beutler, Mohr, Grawe, Engle, y MacDonald, 1991).

Dentro del campo del PCE, este supuesto - que los distintos clientes pueden beneficiarse de diferentes prácticas terapéuticas (en diferentes momentos) - ha sido expresado particularmente bien por Bohart y Tallman (1999). Terapeutas experienciales-procesuales/focalizados en la emoción (por ejemplo, Greenberg, et al., 1993) también han argumentado y demostrado, que determinados métodos terapéuticos pueden ser más o menos útiles en momentos particulares en la terapia. Además, a partir de textos tales como Keys (2003) Idiosyncratic Person-Centred Therapy y Worsley (2004) “Integrating With Integrity”, es evidente que muchos terapeutas centrados en la persona ya incorporan una amplia gama de métodos terapéuticos en su trabajo. Cain (2002, p 44) escribió que una de las principales formas en que las terapias humanistas han evolucionado es en su diversidad y la individualización en la práctica, y se llegó a afirmar que idealmente, los terapeutas humanistas:

.. monitorean constantemente si lo que están haciendo "encaja", sobre todo si su enfoque es compatible con la forma/manera de los clientes de enmarcar sus problemas y sus creencias acerca de cómo se producirá el cambio constructivo. Aunque el foco de las terapias humanistas es principalmente en la relación y el procesamiento de la experiencia, pueden utilizar una variedad de respuestas y métodos para ayudar al cliente, siempre y cuando se ajusten con las necesidades y las preferencias personales del cliente.

En los últimos años, Cooper y McLeod (2007, 2011) han llegado a describir como “pluralista” este punto de vista que da prioridad a la capacidad de respuesta del terapeuta a los deseos y necesidades particulares del cliente. Esta es una postura que sostiene que "no hay un mejor conjunto de métodos terapéuticos", y se ha definido como la hipótesis de que " diferentes clientes son susceptibles de beneficiarse de diferentes métodos terapéuticos en diferentes momentos, y que los terapeutas deberían trabajar en colaboración con sus clientes para ayudarles a identificar lo que quieren de la terapia y cómo pueden lograrlo "(2011, pp 7-8). El enfoque pluralista de Cooper y McLeod surge de los valores y prácticas centradas en la persona mencionados anteriormente, pero se ha presentado como una forma de pensar y ejercer la terapia que extiende estos valores a todo el dominio de las terapias psicológicas. En cuanto a la traducción de esta postura pluralista en general a la práctica terapéutica concreta, Cooper y McLeod (2007,2011) han hecho hincapié en dos estrategias particulares. La primera es la de orientar específicamente el trabajo terapéutico en torno a objetivos de los clientes, y el segundo es el desarrollo del grado de negociación, meta-y la colaboración en la relación terapéutica.

Los objetivos del cliente como punto de partida de la terapia

Cooper y McLeod (2007, 2011) han sugerido que las metas que los clientes tienen para la terapia pueden - y deberían – servir como un punto de orientación para pensar, practicar y evaluar el trabajo terapéutico. Un cliente, por ejemplo, puede querer "tener un sentimiento de autoestima", "para no experimentar la ira y desconfianza hacia mi marido", o "para ser capaz de pensar en el trabajo sin sentir estrés o pánico."

Desde el más clásico punto de vista centrado en la persona, existe el riesgo de que enfocarse en los objetivos puede conducir a un enfoque excesivamente mecanicista y orientado a los fines de la terapia, pero hay varias razones por las que también es altamente consistente con un enfoque centrado en la persona. En primer lugar, se ajusta fuertemente con el concepto del cliente como agente1 activo, es decir como agente orientado al sentido (Bohart y Tallman, 1999), que está dedicado a la construcción de su vida y sus relaciones. En segundo lugar, se privilegia la perspectiva del cliente - con respecto a qué es lo que quiere en la vida y de la terapia - sobre la del terapeuta.

En tercer lugar, se aleja de un diagnóstico e incluso de una focalización en el problema, comprendiendo al cliente y al proceso terapéutico orientándose a un proceso centrado en la potencia - basado en a dónde quieren los clientes “dirigirse” en sus vidas. Por último, una orientación en torno a los objetivos del cliente puede ser la forma más explícita de encuentro, y respondiendo al cliente como auto-determinado, con su agenciarse (agentic)2 subjetivo, que tiene el derecho de elegir por él o ella misma de qué manera quieren realizar su propio proceso de actualización.

Con el fin de ayudar a los clientes a alcanzar sus metas, Cooper y McLeod (2007, 2011) han sugerido que también puede ser útil pensar en los caminos particulares a través de los cuales estas pueden ser obtenidas. Cooper y McLeod (2011, p 12) se refieren a estas posibilidades como "tareas": "Las estrategias a nivel macro mediante las cuales los clientes pueden alcanzar sus objetivos". Ejemplos de tareas comunes dentro de la terapia pueden ser: "dar sentido a una experiencia problemática específica”," cambio de comportamiento "," negociar una transición de vida o crisis de desarrollo "," enfrentar los sentimientos y emociones difíciles " y " deshacer la autocrítica y mejorar los cuidados personales.” "

Tenga en cuenta, que mientras que los terapeutas experiencial-procesuales/focalizados en la emoción también se refieren a las "tareas" terapéuticas (por ejemplo, Elliott, Watson, Goldman, y Greenberg, 2004), Cooper y McLeod utilizan el término en un sentido algo superior: para referirse a vías o estrategias más generales. Por contraste, las actividades concretas y específicas, a nivel micro que los clientes y los terapeutas toman para realizar estas tareas se denominan "métodos", tales como "escuchar", "participar en un diálogo interpersonal", y "la realización de una visualización guiada." Cooper y McLeod también distinguen entre las "actividades del terapeuta " que forman una parte de un método terapéutico y de las "actividades de los clientes. " Esta distinción puede ser útil cuando se piensa en el tipo de “métodos” terapéuticos que los clientes pueden llevar a cabo fuera de la relación terapéutica inmediata: por ejemplo, la lectura de la literatura de autoayuda, hacer ejercicio o hablar con amigos y socios.

Actividad Colaborativa

Este encuadre de objetivo-tarea-método proporciona un medio para que los terapeutas piensen qué tipo de prácticas terapéuticas pueden ser más útiles para un cliente en particular. De mucha mayor importancia, sin embargo, es que pone de relieve tres ámbitos clave en los que puede tener lugar la actividad colaborativa dentro de la relación terapéutica. Para Cooper y McLeod (2007, 2011), esta actividad colaborativa debe ser un elemento clave de un enfoque pluralista e instruido de la terapia: la maximización del alcance de las perspectivas, deseos y agencias de los clientes pueden informar al trabajo terapéutico. Rennie (1998) y Kiesler (1988) hacen referencia a esta actividad colaborativa como "meta-comunicación", y puede ser especialmente apropiada en la primera o una de las primeras de la sesiones de la terapia: hablar con los clientes acerca de lo que les gustaría lograr del trabajo terapéutico, y la forma en que sienten que podrían ser capaces de obtenerlo. Por ejemplo, un terapeuta podría preguntar:

  • “¿Tiene idea de lo que quiere lograr en nuestro trabajo juntos?”
  • “¿Qué espera obtener de la terapia?”
  • “¿Si tuviera que decir en una palabra lo que desea de esta terapia, cuál sería ¿?”
  • “¿Tiene alguna noción de cómo podría yo ayudarlo a lograr lo que desea?”
  • “¿Qué le resultó útil en encuentros terapéuticos anteriores?”
  • “¿Cómo le gustaría que yo estuviera en nuestra relación terapéutica, más confrontativo o más reflexivo”?

Aunque la actividad meta-comunicativa está principalmente orientada hacia la clarificación de la perspectiva del cliente, de ninguna manera requiere que el terapeuta ignore sus propios puntos de vista y experiencias. Más bien, el énfasis está puesto en el diálogo entre ambos miembros de la díada terapéutica (Cooper & Spinelli, en prensa), en la que el terapeuta y el cliente recurren a sus conocimientos y experiencias particulares. Por lo tanto, los objetivos, las tareas y los métodos de la terapia emergen a través de un diálogo de negociación y colaboración, y pueden seguir cambiando con el desarrollo de la terapia.

Un ejemplo de diálogo y meta-comunicación en torno a los objetivos de un cliente para la terapia proviene del trabajo de Mick con un joven, Alex (los detalles del cliente han sido cambiados para preservar el anonimato). Alex era de una familia de clase trabajadora, y había decidido recientemente dejar la universidad porque ya no podía hacer frente a sus sentimientos de ansiedad y depresión. Alex comenzó la sesión hablando de sus dificultades actuales, y el abuso físico que había sufrido de parte de su madre cuando era niño.

Alex: Es evidente que el hecho de que fue mi madre la que abusara de mí lo hace mucho más difícil. Tengo la sensación que la gente me mira un poco - Siempre está esa sensación de agresión.

Mick: Hay una sensación subyacente de que la gente te ataca.

Alex: Es una especie de paranoia en cierto modo. En cierto modo me molesta que todavía lo siga sintiendo, pero esto no cambia. No se detiene. Ni siquiera está mejorando ahora que me doy cuenta - todo es exactamente lo mismo, pero ... más frustrante porque sé que va a tomar tiempo, pero siento que estoy como en un punto muerto, y no se realmente a dónde ir ....

En este punto, Mick invitó a Alex a tratar de especificar más claramente adónde le gustaría que la terapia lo llevara con esta dificultad.

Mick: Por lo tanto, si tuviéramos que pensar en las cosas específicas que te gustaría del counseling, como que girara en torno a algo - ¿qué sería? ¿Sería no querer sentir a las personas como tan críticas o ... ¿cómo expresarías algunas de las cosas que quisieras? Es decir – después de 15 o 20 sesiones, donde te gustaría estar en el final de la misma, respecto de ahora?

Alex: Supongo que me gustaría mejorar mis relaciones personales, en el sentido de tener más autoestima. Porque ... mm ... en las discusiones y disgustos ... me valoro a mí mismo mucho menos de lo que debería. Acabo por dejar que la gente se salga con la suya, sólo porque es más fácil.... Tomo una gran cantidad de golpes de otras personas.

Mick: Así que hay algo como el deseo de sentir una mayor autoestima?

Alex: Sí, en la que puedo hacer estas objeciones y que mis sentimientos son iguales a las demás personas.

Mick: Así que algo acerca de ser capaz de sentir que mis opiniones y lo que quiero son válidos y no poner a otra gente antes.

Alex: Eso es.

Estos objetivos, identificados por Alex, sirvieron como orientación para el trabajo terapéutico.

Un segundo ejemplo de este proceso dialógico, con respecto a la colaboración en torno a los métodos terapéuticos, proviene de la obra de McLeod con un cliente varón joven, Haruki.

Durante una de las primeras sesiones en que se centraron en la tarea de cómo hacer frente a sus sentimientos de pánico, John y Haruki hablaron acerca de las diversas maneras en que Haruki pensaba que podría ser posible para ellos hacer frente a este problema. John escribió las ideas que surgieron, en un rotafolio. Haruki comenzó diciendo que lo único que se le ocurrió era que él creía que tenía que aprender a relajarse. John le preguntó si había otras situaciones semejantes a la presentación en seminarios, pero que él pudiera manejar más fácilmente. No pudo identificar inmediatamente alguna situación de este tipo, pero más tarde en la sesión regresó a esta pregunta y le dijo a Juan que recordó que él siempre pateaba los penales para su equipo de fútbol de la escuela, y manejaba sus ansiedades buscando en su mente algunos consejos que había recibido de su abuelo acerca de seguir una rutina fija. John le preguntó entonces si le gustaría escuchar algunas de sus sugerencias sobre cómo manejar el pánico. John hizo hincapié en que se trataba sólo de sugerencias, y que estaba bien para él si las rechazaba si no le parecían útiles. John mencionó tres posibilidades. Una de ellos fue ver un modelo de pánico, como una forma de entender el proceso de pérdida de control emocional. La segunda consistía en utilizar un método de las dos sillas3 para explorar lo que estaba pasando en su mente, para explorar que es lo que se decía internamente a sí mismo en los momentos de pánico. El tercero era leer un libro de auto-ayuda sobre la superación de pánico. (Cooper & McLeod, 2011, p. 93)

Desde un punto de vista centrado en la persona, un argumento en contra de esta convocatoria de mayor meta-comunicación (como se mencionó anteriormente) podría ser que lo que los clientes quieren en terapia - o lo que creen que quieren - no es necesariamente lo que necesitan. Los clientes pueden haber introyectado, por ejemplo, ciertas creencias acerca de lo que sería de gran ayuda para ellos (como el asesoramiento externo o la supresión de las emociones), y esto puede ir en contra de su actual valoración organísmica (Rogers, 1959). Como se ha indicado anteriormente, sin embargo, la meta-comunicación no consiste simplemente en hacer lo que el cliente quiere; si el terapeuta tiene una visión diferente de lo que podría ser útil, esto es algo que puede ser traído al diálogo. Dicho esto, cualquier enfoque terapéutico que pretende ser centrado en las necesidades del cliente tiene que tener mucho cuidado en no desechar, minimizar o anular la propia mirada del cliente sobre lo que quiere. Además, la investigación sugiere que los clientes que reciben las intervenciones terapéuticas que ellos quieren recibir tienden a experimentar más beneficio, y son mucho menos propensos a abandonar la terapia, que los que no las reciben (Swift & Callahan, 2009).

Un segundo argumento en contra de esta convocatoria a mayor meta-comunicación puede ser que se hace demasiado hincapié en los procesos de la comunicación verbal y consciente en la relación terapéutica, y pasa por alto el valor de las comprensiones más sutiles no conscientes e intuitivas: como la sensación sentida del terapeuta de lo que el cliente necesita, o la expresión de su comprensión empática sentida en el cuerpo(Cooper, 2001). Sin embargo, la investigación tiende a sugerir que de hecho, los terapeutas por lo general no son tan buenos en intuir exactamente lo que sus clientes realmente quieren o están experimentando (ver Cooper, 2008, p. 2). Además, un importante cuerpo de la investigación sobre la "deferencia del cliente" indica que los clientes suelen ser muy cuidadosos al comunicar a sus terapeutas qué es lo que realmente quieren o necesitan (Rennie, 1994) - incluyendo a los terapeutas centrados en la persona - y, a menudo ocultan cosas a sus consejeros o psicoterapeutas (Hill, Thompson, Cogar, y Denman, 1993). Por lo tanto, si bien la comunicación manifiesta y explícita no puede ser el único canal a través del cual los terapeutas pueden desarrollar una mayor comprensión de los deseos y necesidades reales de sus clientes, la investigación empírica sugiere que este es un modo de comunicación que muchos terapeutas podrían utilizar más plenamente.

De hecho, dadas las dificultades que los clientes pueden tener para expresar directamente sus objetivos, deseos y preferencias a sus terapeutas, Cooper y McLeod (2011) han sugerido una serie de herramientas y medidas que los terapeutas pueden querer incorporar al proceso terapéutico. Por ejemplo, el "Formulario de Personalización de la Terapia" que invita a los clientes a indicar en una variedad de dimensiones cómo les gustaría que sea el terapeuta: por ejemplo, "ser más confrontativo - Ser más suave", "Qué se centre más en mis sentimientos – Qué se centre más en mis pensamientos y cogniciones "," Que permita más los silencios - No permita tanto silencio" (descarga de www.pluralistictherapy.com). Otra herramienta que se ha desarrollado es un simple "Formulario de Evaluación de Objetivos," donde los objetivos de los clientes para la terapia están apuntados en una sesión de evaluación (y revisados de ser necesario), y luego evaluados todas las semanas en una escala de 1 (No alcanzado en absoluto) a 7 (que se logra por completo). Para Alex (mencionado anteriormente), por ejemplo, tres de sus metas identificadas eran "tener un sentimiento de auto-estima," "Sentir que mis opiniones y deseos son válidos en las relaciones", y "no interpretar lo que otros dicen y hacen de manera crítica”. En la evaluación, la calificación promedio en estos tres elementos fue de 1,33 (es decir, muy cerca de " No alcanzado en absoluto ") y, hacia la sesión cinco, había aumentado a 3.

Implicancias para los abordajes centrados en la persona establecidos

Una lectura pluralista de la terapia centrada en la persona no desafía de ninguna manera el valor o la legitimidad de otras perspectivas y prácticas en el campo de ECP. Tampoco es un llamamiento a todos los terapeutas ECP a ser más integrativos en su trabajo. Cooper y McLeod (2011) hacen una clara distinción entre el pluralismo como una perspectiva de la psicoterapia y el counseling, y el pluralismo como una forma particular de la práctica terapéutica. Por lo tanto, un terapeuta que ofrece la terapia centrada en el cliente clásica aún podría suscribirse a un punto de vista pluralista: en la creencia de que hay muchas maneras de ayudar a los clientes, a pesar de que optan por especializarse en una sola. Más específicamente, puede ser útil pensar en un enfoque plural como parte de un espectro: desde un simple reconocimiento del valor de los diferentes métodos terapéuticos, a un mayor uso de la orientación a objetivos, meta-comunicación y la negociación en el trabajo terapéutico; a una práctica terapéutica que se basa en métodos de una amplia gama de orientaciones.

Sin embargo, aún en un nivel menor, lo que una perspectiva pluralista ofrece es un desafío a la suposición de que un método o conjunto de hipótesis de cualquier perspectiva centrada en la persona sostiene algún tipo de estado "meta-narrativo" (Lyotard, 1984): que es cierto, o superior, para todas las personas en todo momento. Más que eso, desafía la " centralidad en la persona dogmática " (Worsley, 2001, p 25.): La creencia de que las teorías experienciales o métodos centrados en la persona son de alguna manera, genéricamente superiores a otras prácticas y formas terapéuticas. Más bien, se invita a los miembros de la comunidad centrada en la persona a mantener “livianamente” nuestras teorías y prácticas centradas en la persona y a estar abiertos a los retos y diferentes puntos de vista de dentro y fuera de la esfera centrada en la persona. En este nivel, se nos invita a ser "centrados en la persona" acerca de la terapia centrada en la persona: no defensivos, abiertos a una variedad de experiencias, y dispuestos a estar "en proceso" en lugar sostener/aferrarse a un concepto fijo y rígido del sí mismo (Rogers, 1961).

Una perspectiva pluralista también invita a los terapeutas PCE a ser más explícitos acerca de las formas particulares en que nuestras terapias pueden ser capaces de ayudar a la gente, y los tipos de clientes y contextos para los que puede ser más probable que sea útil. Terapeutas centrados en la persona y experienciales, por ejemplo, podrían ser útiles para llevar a cabo una "auditoría personal”, buscando la clase de objetivos que sienten que pueden ayudar sus clientes a lograr y los métodos particulares que tendrían que utilizar para ello. Esto es algo que podría entonces clarificar a los clientes antes de iniciar la terapia, de manera tal que los clientes están más capacitados para decidir si una terapia ECP es o no lo adecuado para ellos. Más investigación empírica sería particularmente útil en este sentido. Por ejemplo, ya sabemos que los clientes con altos niveles de reactividad tienden a ser más propensos a beneficiarse de los métodos no directivas que los clientes con bajo nivel de reactividad, pero ¿existen otros grupos de clientes, o problemas u objetivos para las cuales los métodos del ECP o el marco actitudinal del ECP pueda a menudo ser de gran ayuda?

Por último, para aquellos interesados en avanzar hacia una práctica más pluralista, las estrategias pluralistas señaladas por Cooper y McLeod (2011) pueden ayudar a los profesionales del ECP para mejorar su trabajo a través de un mayor diálogo en torno a los objetivos, tareas y métodos de la terapia. Y para los profesionales de ECP que están interesados en la incorporación de otros métodos a su trabajo, esto le proporciona un marco en el que esto se puede lograr de una manera coherente y centrada en el cliente.

Discusión

Nuestra esperanza es que, la articulación de una comprensión pluralista de lo que significa ser centrado en la persona va a traer algo fresco y vibrante al ámbito centrado en la persona, incluso si supone fundamentalmente la explicación de algo que siempre ha estado implícito. En primer lugar, una perspectiva pluralista ofrece a los terapeutas del ECP un medio para resolver la tensión entre el compromiso y el antidogmatismo (Hutterer, 1993). Proporciona un marco conceptual en el que los terapeutas del ECP pueden sentirse orgullosos del trabajo que hacen y pueden desarrollar y profundizar esta especialidad, y al mismo tiempo evitar una actitud crítica hacia otras orientaciones terapéuticas. Más que esto, puede dar a los terapeutas del ECP una identidad única en el campo terapéutico: como campeones de la inclusión y el respeto mutuo a través de las terapias. En segundo lugar, y estrechamente relacionado con esto, facilita la construcción de puentes con otros enfoques progresistas, orientados al cliente, tales como las prácticas de "cliente-dirigidas" (“client-directed”) de Duncan, Hubble, Sparks y sus colegas (2004) y el trabajo de muchos terapeutas familiares posmodernos (véase Sundet, 2011).

En tercer lugar, una perspectiva pluralista sobre la terapia proporciona un medio para conceptualizar, no sólo los procesos dentro del dominio del counseling y la psicoterapia, sino toda la gama de actividades de desarrollo personal. De esta manera, una perspectiva pluralista puede ayudar al campo centrado en la persona y humanístico a alejarse de un enfoque exclusivo sobre cómo los terapeutas profesionales "provocan" el cambio en los clientes, y hacia una actitud más orientada al cliente y a la agencia del cliente (client-agentic) (Bohart y Tallman , 1999). En cuarto lugar, un punto de vista pluralista proporciona un medio por el que las prácticas centradas en la persona pueden estar más plenamente abiertas a investigaciones nuevas y emergentes -, así como a nuevas teorías e ideas - de modo que pueda seguir creciendo y actualizándose. Estrechamente relacionado con esto, proporciona un marco para la investigación y el pensamiento sobre la compleja cuestión de cómo los terapeutas pueden dedicarse más constructivamente con lo que los clientes quieren y necesitan. Por último, para algunos profesionales centrados en la persona, el desarrollo de una práctica pluralista puede permitir que crezcan más plenamente como terapeutas. Proporciona un modelo altamente flexible de la práctica en la que los terapeutas pueden incorporar, y avanzar, con las potencialidades, fortalezas y recursos que tengan. Si, como sugiere Rogers (1961. P 158), la persona con funcionamiento óptimo no es rígida en sus constructos, sino un "proceso integrado de cambio", entonces una forma pluralista de la práctica puede ofrecer a algunos profesionales del ECP un medio para ir hacia una actualización más fluida y creativa de sus potencialidades.

En resumen, desde una perspectiva pluralista, ser centrado en la persona significa ser alguien que reconoce la gran diversidad y el desconocimiento del ser humano, y que valora las necesidades y deseos únicos de cada cliente individual. Significa ser alguien que pone los deseos del cliente en la terapia antes que sus propias suposiciones acerca de lo que esas necesidades podrían ser, y que se esfuerza por dar respuesta dentro de los límites de su propia formación, experiencia e interés. Para algunos terapeutas centrados en la persona también puede significar basarse en una variedad de métodos terapéuticos de ambas fuentes ECP y no ECP. Sea o no un terapeuta de práctica pluralista, sin embargo, un punto de vista centrado en la persona pluralista significa un reconocimiento y valoración de las diferentes maneras en que las terapias que no son del PCE pueden ser de valor para los clientes; a la vez un reconocimiento a la potencia y a la profundidad de los enfoques del ECP restablecidos.

[1] Agency / Agent: traducido en forma literal como agencia o agente. Según el diccionario de la Real Academia Española: “Oficio o encargo de agente.” “Agente: que obra o tiene virtud de obrar. Persona o cosa que produce un efecto.” Por lo tanto cuando hablamos de agente o agencia nos referimos al grado de habilidad para pensar, sentir y actuar como un ser autónomo que confía en su propio experienciar sin desatender las restricciones de su mundo social.

[2] Agentic, es un término introducido por Art Bohart y se refiere a ser proactivo y a estar involucrado en su proceso. Lo opuesto sería “Pasivo”.

[3] http://www.commonlanguagepsychotherapy.org/fileadmin/user_upload/Accepte...

Reconocimientos

Gracias a Richard Worsley, Art Bohart y a tres revisores anónimos por los comentarios y cuestionamientos en el primer borrador de este manuscrito.

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